Si esta vida se alargara

 
Si esta vida se alargara, seguramente trabajaría de tapicero 10 años. Viajaría a lugares poco accesibles y conocería personas tal como las conoce el viajero; presencia casual y efímera. Me enrolaría en un bote pesquero y andaría por ahí perdido en el pacífico matando las noches en vela contando estrellas y observando posiciones; o siendo sodomizado por mis apestosos compañeros. Escribiría un guión para un musical que tratase de expresar la locura de Serrano Limón. Me perdería años en un país europeo estudiando ingeniería genética de manera autodidácta, y seguramente viajaría a Toledo para realizar un marmotreto que relacione a los cruzados, con Bécquer y con la muerte de una miss España. Escribiría en una columna inglesa exhortando al abstracto temple ideológico y trabajaría como diseñador de muebles para gato. Las obras de T.S. Eliot serían expurgadas verso por verso en una crítica mía, y reescribiría todas las obras de Virgilio plagiando a Cortázar. Construiría una casa, desde los cimientos hasta la aldaba de la entrada, con mis propias manos… obteniendo y fundiendo el metal para construir las herramientas. Asesinaría millones de insectos, y cientos de humanos, accidental e incidentalmente. Dedicaría un cuarto de milenio a fundar y mantener una empresa con el objetivo de hacerla el mayor monopolio de la historia; unas cuatro o cinco veces. Sería soldado raso, y soportaría los rigores de la vida castrense para llegar a ser general y poder escupirle a la cara a un dictador y decirle que se meta su guerra por el culo, investido de las insignias de lucha. Correría un maratón que durase 3 años, a través de toda áfrica. Esperaría pacientemente las curas de las enfermedades incurables que tengo y que contraeré, para esperar a las nuevas que surjan. Organizaría una nueva academia, en donde cada uno de mis viejos-jóvenes alumnos serían alimentados por este joven-viejo, para después superarlo; florecer y morir. Tendría los recuerdos de miles de amigos: de aquel siberiano que se convirtió en homosexual de manera forzada, por su sentido práctico; de aquél hombre que abandonó su provincia colombiana a los 80 años para conocer el mar y morir dentro de él; de aquella que estaba destinada a ser la reencarnación de Sor Juana y se convirtió en una politóloga incomprensible y demente para todos (a pesar de sus visionarias y lejanas predicciones); también de un niño que se cortó un dedo y señalaba al cielo con ese dedo cuando quería que nadie lo viera. Conocería como la palma de mi mano 1000 cabezas femeninas por detrás, y algunas masculinas; y sabría diferenciar el olor por la noche entre los cabellos de cada campesina. Un abanico de sonrisas se extinguiría en mi memoria a cada momento, y besos con sabor ciruela permanecerían en la mente como un pedacito de vela durante una larga noche. Lo que más recordaría serían todos esos momentos recordando; tratando de enraizar lo que no tiene fruto ni raíz. Todos los momentos estresantes, y todos los creativos. Y en medio de todas esas noches, la presencia del primer amor. Olvidada, reconstruida sin fidelidad a la verdad. Y después, nuevamente, recordada plenamente. Ojos claros y serenos, oscilantes cada noche, al acecho; como un color que existe ya en nuestra mente pero aún no hemos observado.  Finalmente, Ella, representando una semilla incomprensible y lejana; tal como el momento en que nacimos.

Despedida

 
La literatura puede ser un refugio. Y a pesar de todo, la literatura te muestra tu verdadero rostro (Sábato) y te escupe a la cara lo que quieres seguir negando…así me pasa con estos dos poemas de Borges. En estos momentos, mi vida habla de ellos y yo hablo de ellos en mi vida. Disfrútenlos, creo que son hermosos.
 
Del infierno y del cielo
Êl Infierno de Dios no necesita
el esplendor del fuego. Cuando el Juicio
Universal retumbe en las trompetas
y la tierra publique sus entrañas
y resurjan del polvo las naciones
para acatar la Boca inapelable,
los ojos no verán los nueve círculos
de la montaña inversa; ni la pálida
pradera de perennes asfodelos
donde la sombra del arquero sigue
la sombra de la corza, eternamente;
ni la loba de fuego que en el ínfimo
piso de los infiernos musulmanes
es anterior a Adán y a los castigos;
ni violentos metales, ni siquiera
la visible tiniebla de Juan Milton.
No oprimirá un odiado laberinto
de triple hierro y fuego doloroso
las atónitas de los réprobos.
Tampoco el fondo de los años guarda
un remoto jardín. Dios no requiere
para alegrar los méritos del justo,
orbes de luz, concéntricas teorías
de tronos, potestades, querubines,
ni el espejo ilusorio de la rosa
ni el esplendor aciago de uno solo
de Sus tigres, ni la delicadeza
de un ocaso amarillo en el desierto
ni el antiguo, natal sabor del agua.
En Su misericodia no hay jardines
ni luz de una esperanza o de un recuerdo.
En el cristal de un sueño he vislumbrando
el Cielo y el Infierno prometidos:
cuando el Juicio retumbe en las trompetas
últimas y el planeta milenario
sea obliterado y bruscamente cesen
¡oh Tiempo! tus efímeras pirámides,
los colores y líneas del pasado
definirán en la tiniebla un rostro
durmiente, inmóvil, fiel, inalterable
(tal vez el de la amada, quizá el tuyo)
y la contemplación de ese inmediato
rostro incesante, intacto, incorruptible,
será para los réprobos, Infierno;
para los elegidos, Paraíso.
 
Jorge Luis Borges, 1942.
 
Despedida
Entre mi amor y yo han de levantarse
trescientas noches como trescientas paredes
y el mar será una magia entre nosotros.
No habrá sino recuerdos.
Oh tardes merecidas por la pena,
noches esperanzadas de mirarte,
campos de mi camino, firmamento
que estoy viendo y perdiendo…
Definitiva como un mármol
entristecerá tu ausencia otras tardes.
Jorge Luis Borges.