Carta a Nadia

Recuerdo que me dijiste que quizá tendrían que pasar 10 años para poder tratarnos como personas. No han pasado 10 años, pero realmente se siente como si hubiesen pasado. Y justo hace 10 nos conocimos (en abril de 2001 empezó todo).

Tienes razón al pensar que somos diferentes ahora. Para mí, fuiste persona, anhelo, locura, paraíso, infierno, compromiso, limbo, símbolo, trazo en la arena, musa, persona non-grata, discurso, recuerdo, redención, curiosidad y finalmente persona… Más de las trescientas tardes de Borges ocurrieron entre nosotros y ciertamente muchos miles de kilómetros alejaron nuestros destinos. Fue, además de poético, una experiencia única el haberte conocido. No lo cambiaría, mucho de lo que soy es por tí.

Ahora no quiero pensar mucho en todos los senderos que se bifurcan pero, al igual que tú, sé que entiendo mucho mejor lo que pasó. Muchas de las frases que me dijiste, de los consejos, reclamos y palmaditas en el hombro que me obsequiaste, totalmente incomprensibles en ese tiempo, son ahora transparentes como el cielo que está en la foto que sirve de cabecera a esta página. Me entró remordimiento cuando fui consciente, por tantos traspiés dados por incomprensión pura. También siento que no sólo fue la falta de sincronía. Más bien, tuvimos ese brevísimo tiempo en donde hubo oportunidad de entendernos; nuestras profundidades son demasiado oscuras para alcanzarse mutuamente.

Para mí, la vida es muy diferente ahora. A pesar de trabajar mucho (a destajo en algunas ocasiones) tengo una sensación grande de estabilidad. Todo transcurre a mil por hora pero casi siempre estoy con buena cara. Aunque no me he casado, tengo a Fernanda, a la que adoro; con la que he aprendido a compartir, y poco a poco he logrado ser menos egoísta e individualista; me ha costado sangre, debo admitirlo, =( . Soy feliz con ella (y como ella no habla búlgaro sino español, seguro estará leyendo esto tarde o temprano, ja). Es muy linda.

He podido viajar (no tanto como tú), y me encontrado con algunos de los dilemas de los que me contaste. Conocí además mucha gente en distintos lugares que quiero y que admiro, y ya sabes, parece que hubieran nacido en mi misma cuadra. Esa idea de que existe otro lugar en donde hay personas completamente diferentes, es ambigua…todo es diferente, pero tenemos almas-espejos por doquier. Ahora uno de mis amigos más íntimos, casi un hermano, vive en Holanda y yo le voy al Racing por él.

Me emocionó mucho la entrada sobre volar. Desde el sueño hasta el final de la realización, … lo volverás a hacer? Me recordó el «Learning to fly» de Gilmour. Me sigue admirando la pasión para encarar retos que logras.

Te cuento que me he atrevido a escribir un poco más. No me refiero solo a este blog. He escrito un par de guiones para un amigo. Para otro, ensayos para su revista literaria. Difícilmente prosperará a algo más, pero ha liberado mucho del torrente imaginario que se quedaba atrapado en mi cabecita. El producto no es hermoso, pero la tensión desaparece. Y además, ahora tengo un amor a las matemáticas como no lo tuve antes. Mi tutor me ha mostrado, con el ejemplo, que lo más importante es disfrutarlas y seguir el camino que a uno le parezca más hermoso. Se ha vuelto una necesidad gozarlas a diario y compartirlas. Nunca pensé que llegaría a quererlas de veras; estoy en pleno enamoramiento.

Ahora estoy intentando practicar judo. Hice rugby algunos años, y a pesar de que el deporte de equipo me satisface en muchos aspectos (he notado que me encanta el sacrificio de equipo en diferentes esferas de la vida) me harté de las decisiones colectivas estúpidas que se toman, del estira y afloja, de los juegos políticos (!), etc.  El deporte es una de las burbujas en las que espero disfrutar simplemente, sin pensarlo mucho, así que probaré el judo. Me presenté hace como un año o dos, pero no he entrenado de nuevo. Me da terror, viendo videos (ya se que son de jiujitsu, además de judokas, pero has visto pelear a la familia Gracie?) …ojalá y me atreva! Mi devoción al montañismo complementa esta parte, aunque me sigue inquietando saber que arriesgo la vida cada vez que subo.

Seguramente nos veremos de nuevo. Ese día será sorprendente y efímero, y completamente común a la vez. Como cuando mi madre escucho en la noche a las chicharras, en algún barrio rico de Buenos Aires, después de no haberlas escuchado en 50 años.

Sergio.